domingo, 30 de septiembre de 2018

Lo que mis clases de natación me enseñaron sobre el coaching

En esta ocasión decidí compartir algo que me sucedió esta semana y que me ha dejado una gran lección para mi práctica como coach. Esto sucedió durante mis clases de natación esta semana.

Para ofrecer algo de contexto, les cuento que tomar clases de natación requirió de mi parte desafiar varias creencias, ya que por un par de décadas estuve alejado de este deporte ya que de niño mi madre me obligaba a ir a clases, en una piscina abierta, en una zona que NO se caracteriza por un clima particularmente cálido y así "lloviera, tronara o relampagueara" (en ese entonces no había tanta conciencia sobre el peligro de hacer esto). Pero bueno, el ganar unos kilos de más y no tener resultados con la práctica de otros deportes, me llevó a intentar algo distinto, en este caso natación. Así que desde hace unos 3 meses voy 2 veces a la semana a nadar por las mañanas.

Inesperadamente, ¡me ha encantado nadar! Y he estado muy motivado por mi progreso tanto en técnica como en distancia que logro recorrer en la hora de clase. No obstante, esta semana me vi obligado a mover la primera clase de la semana a la noche por una reunión con un cliente que solamente podía tener en la mañana, a la misma hora de mi clase. Esta inofensiva variación me dejó una insospechada pero bienvenida lección sobre coaching que les comparto a continuación...




Durante este tiempo, una de las cosas que más me ha gustado es el sentir que voy mejorando, lentamente, pero el progreso es tangible en varios aspectos: desde la facilidad para moverme en el agua, la facilidad para respirar (qué también podría describir como el dejar de aspirar agua), mi resistencia y la condición física (cada vez hago menos pausas). Y aunque sé que todavía debo mejorar muchas cosas, siento que mi técnica es otra cosa en comparación al día uno.


Atribuyo este progreso en gran medida al apoyo de mi entrenador, un muchacho joven, con preparación académica de primer nivel en acondicionamiento físico y que se mantiene (según he comprobado en nuestras conversaciones) aprendiendo continuamente. Gracias a ello es capaz de sugerir ejercicios que me ayudan a corregir de manera focalizada alguna parte de un movimiento (el remate de la brazada, por ejemplo). Además este muchacho tiene una gran paciencia y lo que más valoro es que ha sabido acompañarme "a mi ritmo".

Como mencionaba antes, esta semana me vi obligado a mover mi clase del martes por la mañana a la noche.  Al llegar al lugar, me preparé como de costumbre, estiré y me dirigí a la piscina. Allí estaba esperando alguien desconocido, el entrenador de la noche. Una persona agradable que amablemente me invitó a entrar a la piscina después de preguntar mi nombre (para traer mi rutina). Como conocía mi rutina, comencé a hacerla antes de que la trajera. Al terminar el primer recorrido (ida y vuelta) esta persona me comienza a indicar un sinnúmero de errores que estoy cometiendo y me pide que olvide la rutina y que comience a hacer dos ejercicios. Así lo hago, con mucha dificultad por tener que concentrarme en dos cosas a la vez, solamente para llegar de regreso al punto de inicio y que se repitiera la situación.

Minutos después, tenía como 5 variaciones a la técnica que venía practicando por la mañana, me costaba mucho respirar (volví a aspirar agua) y me estaba deteniendo con frecuencia ya sea para toser porque había aspirado agua, o para respirar porque de tanto concentrarme en tantas cosas, olvidaba hacer la respiración. Además cada vez que milagrosamente lograba respirar bien, lograba ver "con el rabillo del ojo" al entrenador siguiendo minuciosamente mis movimientos, lo cual me acongojaba bastante. Para no entrar en más detalles (creo que ya di a entender la idea) terminé la clase muy frustrado, sintiéndome más principiante que cuando había iniciado 3 meses atrás y con la motivación por el piso.

Y entiendo perfectamente que esta persona tenía la mejor intención de ayudarme y que estaba aplicando lo mejor de su conocimiento para hacerlo. No obstante eso no cambia el hecho de que el efecto conseguido en mí fuera posiblemente el opuesto al que buscaba...


Afortunadamente al día siguiente regresaba al gimnasio a una clase de otra cosa lo cual me dio la oportunidad de conversar con mi entrenador de día, aclarar la situación (al parecer no soy el único al que le ha sucedido algo similar). El Viernes regresé a clase todavía con un sinsabor del episodio nocturno pero con su usual paciencia y buena técnica, el entrenador logró devolverme al camino del progreso y me ayudó a recobrar mi confianza y motivación.

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Para quienes no lo saben, el coaching moderno que tan de moda está ahora (de vida, ejecutivo, ágil, etc.) y de cuya práctica profesional vivo hoy en día, nació de la práctica deportiva cuando en 1974 Timothy Gallwey publicó su libro "The inner game of tennis". A este siguieron otros libros de la serie "The inner game of __________" para varios otros deportes, después para música. Eventualmente otras personas, inspiradas por los extraordinarios resultados que los entrenadores que seguían los métodos de Gallwey obtenían, las llevaron a los ámbitos ejecutivos.

Por ello, todo este episodio me hizo reflexionar muchísimo ya que entendí que mucho de lo que había experimentado y sentido, muy posiblemente lo habían vivido y sentido mis clientes en uno u otro momento durante mi trabajo con ellos. Así que fue inevitable hacerme la siguiente pregunta:

"¿Cuál de los dos coaches he sido en mi práctica, el de día o el de noche?


Debo ser honesto y compartir que la respuesta a esa pregunta es ambos. Y pensé en esas situaciones donde había sido el uno y el otro y un patrón se hizo evidente: las ocasiones en las que he sido exitoso en el trabajo con mis clientes, había sido un coach de día. En contraste, los traspiés que he tenido profesionalmente hablando, es cuando he adoptado una actitud de coach de noche. Y entendí mucho sobre mis clientes y mi relación con ellos y comprendí también como la mayoría de las veces que había tenido un problema o malentendido, yo había sido la causa. En este sentido mi sabia esposa frecuentemente me recuerda las palabras de Maya Angelou:

"Las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste,
pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir."

Así que esta semana la terminé con un renovado compromiso de encontrarme con mis clientes en el lugar donde ellos están, ir a su ritmo, sin juicios ni expectativas y tomando un paso a la vez. Y hacer esto sobre todo con mucha paciencia, empatía y compasión, ayudándoles a mejorar y haciéndoles visible su progreso para que esto nutra su motivación y ganas de ir por más. En otras palabras, ¡con un firme compromiso de ser un coach de día!

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Cuando decidí regresar a la piscina y tomar estas clases, sabía que iba a ganar mucho en salud, estado físico y otras cosas; pero jamás imaginé que iba a ganar tanto también en lo profesional. La última reflexión que hago es que la vida continuamente nos ofrece valiosas lecciones, está en cada uno de nosotros mantenerse atento y aprovechar todas esas oportunidades que la vida va presentando para mejorar. En este caso debo agradecer al coach de noche, porque gracias a lo sucedido tuve una buena conversación con el coach de día y logré apreciar aún más lo que esta persona hace por mí...

Y a tí, ¿qué oportunidades de aprendizaje te ha presentado la vida últimamente? Por favor cuéntame en los comentarios...


1 comentario:

  1. Muy buena metáfora. Hay un mensaje interesante y profundo en nuestro hacer. Gracias por compartirlo, lo he disfrutado (y me he identificado bastante)

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